La verdad cada persona es diferente y eso lo sabemos, cada persona es un pequeño mundo y eso asumo que también los sabemos. A veces tenemos la suerte de que esas personas nos dejan entrar en esos pequeños mundos en el que cabemos y si bien es cierto no pasamos 100% de nuestra vida en el, siempre nos guardan el lugar para cuando querramos regresar, sin embargo a veces no... simplemente ya no existe mi lugar. Pero en otras ocasiones se nos da un lugar del cuál nos sentimos tan seguros que lo tendremos para siempre, pero con el tiempo te das cuenta que en realidad uno no cabe en ese mundo, el lugar que se te ha dado no es más tu lugar... nadie lo dice (el arte de ignorar la realidad) y simplemente detalles, que es de lo que se trata esta vida, te hacen consciente de lo poco invitado que eres en la vida de esta persona... ahora bien mala suerte? buena suerte? quien sabe... y aquí les dejo una pequeña historia que me encanta tanto por lo que dice como por el hecho que tiene caballos en ella =D
"Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra.
El vecino que se percató de este hecho corrió a la casa del hombre para avisarle:
-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!
El hombre lo miró y le dijo:
-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?
Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes más. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:
-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar, ¡qué buena suerte has tenido!
El hombre lo miró y le dijo:
-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?

Unos días más tarde el hijo montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:
-¡Qué mala suerte has tenido!, tras el accidente tu hijo no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.
El hombre, otra vez lo miró y dijo:
-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?
Pasó el tiempo y estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército empezó a reclutar jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al accidentado se le declaró no apto. Nuevamente el vecino corrió diciendo:
-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!
Otra vez el hombre lo miró diciendo:
-Buena suerte, mala suerte, ¿quien sabe?"
"Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser dañino. Asi pues sería una postura sabia que dejemos a DIOS decir lo que es buena suerte y mala, y le agradezcamos que las cosas se convierten en bien para los que le aman..."